En una colonia de hormigas vivían veinticinco hormigas que parecían iguales a las demás. La diferencia es que eran mutantes. Fueron genéticamente modificadas por científicos.
En una colonia vivían veinticinco hormigas que parecían iguales a las demás. Eran rojas y pequeñas, de antenas largas, ojos negros y cola tripona. La diferencia es que eran mutantes. Fueron genéticamente modificadas por científicos de Estados Unidos.
Pero, ¿qué significa modificar genéticamente?
Los genes son pequeñas unidades de información que forman parte del ADN, el “código” que contiene las características de cada ser vivo. Por medio de experimentos se puede mejorar la estructura y habilidades de animales y plantas, como ser más grandes, vivir más tiempo o producir más leche o frutos.
La ciencia no es perfecta, al menos no en los primeros intentos. Para conseguir que estas hormigas tuvieran vida, los investigadores de la Universidad Rockefeller en Nueva York tardaron dos años. Lo ensayaron mil veces y nunca se cansaron. Aunque algunas clases de insectos, mamíferos o frutos ya han sido genéticamente modificados, un insecto social (que trabaja en equipo) es complicado porque se reproduce en libertad.
Vivir sin olfato
Después de varios ensayos, encontraron una hormiga llamada Ooceraea biroi, una especie que se guía por el olfato y son muy buenas exploradoras. Como no tienen una reina, cada una se encarga de poner huevos. Así, al alterar a una de ellas, crearon toda una nueva variante dentro del hormiguero.
Los científicos querían hacer pruebas con el sentido del olfato de las hormigas, por eso interrumpieron un gen llamado orco, capaz de producir una proteína esencial para las células sensoriales de sus antenas.
¿Cómo funciona esto?
Las células, llamadas receptores olfativos, detectan sustancias químicas llamadas feromonas, que muchos animales usan para comunicarse. Es más, las hormigas tienen desarrollados más receptores que el resto de los insectos: 350. Las moscas que vuelan alrededor de la fruta tienen 46, por ejemplo.
Habilidades para vivir en sociedad
Cuando nacieron las hormigas clonadas, se portaban diferente a sus compañeras de nido. En lugar de estar protegidas durante el primer mes, conociendo el mundo con precaución, salieron a la calle a explorar. Pero como no tenían sentido de la ubicación ni olfato (por el gen orco) se perdían fácilmente. En poco tiempo no lograron tener amistad con el resto del hormiguero, eran solitarias.
Las hormigas que nacieron de manera natural ponían seis huevecillos cada dos semanas, mientras que las clonadas, sólo uno en ese mismo periodo de tiempo. Además, lograban vivir de dos a tres meses, y no seis a ocho meses como las demás.
Así, los científicos descubrieron que las Ooceraea biroi dependen del sentido del olfato para vivir en sociedad, para relacionarse con otras hormigas. Es un tema que ha fascinado a los científicos desde la época de Darwin, pero que era muy difícil de estudiar.
Estas hormigas que no tenían amigas, se fueron quedando solas, pero sirvieron para que la ciencia conociera más de su comportamiento y los métodos de mutación, o sea las formas para que los nuevos seres en la tierra sean cada vez más perfectos.
¡Quiero saber más!
World’s first genetically modified ants shed light on how complex insect societies evolved – Science