A pesar de ser doctora en física, María Goeppert-Mayer desarrolló gran parte de su trayectoria científica como voluntaria en distintas instituciones. Ahí desarrolló una teoría de la estructura de capas nuclear.
Por: Laura Puentes
Corría el 28 de junio de 1906. El cielo estaba despejado y el clima era fresco, algo habitual para el verano de Kattowitz (ahora Katowice, Polonia), por entonces parte de la provincia de Silesia del Imperio Alemán. En esta ciudad llegaba al mundo María Goeppert-Mayer.
De niña María Goeppert-Mayer siempre estuvo rodeada de intelectuales. En su casa siempre había estudiantes y profesores de la universidad, así que desde pequeña generó un amor especial por el estudio.
Cuando María tenía apenas cuatro años su familia se trasladó a Gotinga, ya que su padre, Friedrich Goeppert, fue nombrado profesor de Pediatría de la universidad de dicha ciudad.
Las pláticas sobre ciencias eran comunes en su casa, así que de vez en cuando jugaba a ser esa científica que hacía grandes descubrimientos, como los amigos y estudiantes de su padre.
La física del átomo
María, disfrutaba tanto del conocimiento que en 1920, cuando apenas tenía 14 años se matriculó en la Universidad de Gotinga. Entre sus profesores estuvieron tres los futuros premios Nobel: Max Born, James Franck y Adolf Otto Reinhold Windaus.
Goeppert se tituló como doctora en física en la Universidad de Gotinga en 1930, y en ese mismo año se casó con Joseph Edward Mayer, por entonces un asistente de James Franck.
Para su tesis doctoral, María, calculó la probabilidad de que un átomo sea capaz de absorber dos fotones simultáneamente y excitar al átomo tal como lo haría un solo fotón con energía igual a la suma de energía de ambos fotones.
En Estados Unidos
Recién casados, Goeppert y Meyer se mudaron a la ciudad de Baltimore, donde Joseph tenía plaza como profesor en la Universidad Johns Hopkins. En esa ciudad estadounidense comenzaría la verdadera labor científica de María, sin siquiera imaginar lo que vendría después.
Maria Goeppert descubrió que el núcleo del átomo estaba formado por capas cerradas en las que parejas de neutrones y protones tendían a acoplarse juntos, “como en un vals en el que algunos bailarines giran en un sentido y otros en el contrario”.
Imagen de Gerd Altmann en Pixabay
Así, María Goeppert-Mayer trabajó como investigadora voluntaria en los proyectos en que su marido fue contratado, pero sin tener derecho a remuneración. En gran parte por sexismo aunque también debido a las estrictas normas contra el nepotismo.
Realizó su investigación en la Universidad Johns Hopkins, posteriormente en la Universidad de Columbia y en la de Chicago, donde a pesar de tener una mente brillante y capacidad extraordinaria, casi la totalidad de su carrera la desarrolló como profesora e investigadora voluntaria no-remunerada. Sería hasta los 53 años que tendría un puesto a tiempo completo y pagado.
Cuando se fundó el cercano Laboratorio Nacional Argonne en 1946, Goeppert-Mayer se ofreció para trabajar allí a tiempo parcial en la División de Física Teórica. Ahí vendría para ella un momento decisivo en su carrera.
El Premio Nobel
Dos científicos además de María, J. Hans D. Jensen y Eugene Paul Wigner, trabajaban por separado la misma teoría. Sin embargo, al ser publicados los resultados, decidieron trabajar juntos y así se editó un libro en 1950 titulado Teoría elemental de la estructura de capas nuclear.
Este trabajo les valió el Premio Nobel de Física en 1963, por sus descubrimientos sobre la estructura de las capas nucleares. Pero para Goeppert-Mayer ganar el premio fue la mitad de apasionante que hacer el trabajo, donde demostró que sin importar los obstáculos ella buscaba encontrar respuestas a los dilemas científicos.
María dedicó el resto de su vida a enseñar e investigar hasta el último momento de su vida. Murió un 20 de febrero de 1972 a causa de un problema de insuficiencia circulatorio, pero dejó una huella imborrable en la ciencia, como una mujer apasionada, inteligente y sin miedo a romper los obstáculos del machismo en la ciencia.