En el sureste de Coahuila hay un lugar llamado General Cepeda, donde hay un pueblo con una zona llena de huellas y fósiles de dinosaurios, una de las más importantes de México. También tienen un museo que antes era una escuelita abandonada. Lo abrieron el 25 de noviembre de 1994 gracias al trabajo de especialistas, voluntarios y las personas del pueblo.
Esta es la crónica de cómo se construyó ese lugar en voz del paleontólogo René Hernández Rivera, del Instituto de Geología de la UNAM.
El museo tiene 30 años, yo tengo 45 de dar clases y de edad 68. Para los que no me conozcan, esa es mi edad física, pero parezco niño y tengo voz de joven. Entonces, empezando con esto, cuando oímos hablar de dinosaurios, siempre yo creo que el primero en el que pensamos es en el T. Rex, por muchas razones: porque era el “malo” de los dinosaurios, el más feroz, el carnívoro. Todo eso que ustedes hayan oído hablar, en parte es cierto, en parte es más inventado. Pero el chiste es que a él es el que tomamos de referencia. Y de los herbívoros serían, o los picos de pato, o estos que son los que tienen cuernos en la cara, los ceratópsidos.
Los dinosaurios tienen algo fascinante: verlos simplemente pone en marcha nuestra imaginación. Con esa imaginación viajamos en el tiempo hacia el pasado. Lo que más nos interesa como seres humanos es saber de dónde venimos. Cuando hablamos de dinosaurios, surgen muchas preguntas: ¿Eran carnívoros o herbívoros? ¿Cuánto medían? ¿Cuánto pesaban? ¿Por qué se extinguieron? Estas preguntas nos llevan a investigar, a leer y a adquirir más conocimientos para responderlas.
Otro lugar en la Ciudad de México donde se pueden ver dinosaurios, y que también es un orgullo para nosotros, es el Museo del Instituto de Geología de la UNAM. Allí se exhibe la copia de Isauria, el primer dinosaurio armado en México, colectado, preparado y montado por mexicanos. Fue un trabajo colectivo. Este dinosaurio proviene de Coahuila, específicamente de la zona paleontológica de Rincón Colorado. Es un lugar algo remoto, pero muy importante para el estudio de dinosaurios en México.
La primera persona que exploró ese lugar fue don José Rojas, un entusiasta aficionado que disfrutaba buscar puntas de flecha y, en su andar, encontró restos de dinosaurios. Él escribió un librito llamado Paleontología de Rincón Colorado, donde documentó el sitio que ahora conocemos como las canteras de esa región. En ese libro, Rojas denominó al área “La historia de Coahuila y del mundo entero escrita en piedra”, haciendo referencia a su riqueza geológica y paleontológica.
Yo fui por primera vez a Rincón Colorado en 1981, acompañado de la doctora Marisol Montellano, ampliamente reconocida en México. En ese entonces, buscábamos sitios del Cretácico con restos de mamíferos, ya que eso era lo que ella quería estudiar para su tesis doctoral. Aunque no encontramos mamíferos en ese momento, años después algunos colegas descubrieron fósiles, aunque todavía no han sido descritos.
En 1986, el Museo Real de Ontario organizó una expedición a esta zona. Esto se dio gracias al doctor Philip Currie, un paleontólogo muy entusiasta que conocía la región y la recomendó durante un congreso, destacando que México es un país con un gran potencial para descubrir dinosaurios. El equipo canadiense vino con un programa de televisión y recolectaron material con permiso oficial, aunque la mayoría de los restos eran fragmentados y no de gran importancia científica. Ese material aún se encuentra en el Museo Real de Ontario, pero hemos estado en comunicación con ellos, y si alguna vez deseamos recuperarlo, solo necesitamos enviar a alguien y nos lo devolverán.
Tuve la oportunidad de acompañarlos durante esa expedición, observar lo que hacían y aprender. Aunque no fue un hallazgo trascendental, fue un paso importante en la historia de la paleontología en México. Posteriormente, en 1987, continuamos explorando y descubriendo más sobre esta increíble región.
¿Por qué no saca un dinosaurio?
En México, durante una huelga en la UNAM, se solicitó nuestra asesoría para un proyecto en Nadadores, donde se había encontrado un mamut. En ese entonces, el licenciado Ramón Williamson Bosque nos invitó a participar. Estuvimos recolectando y, al final, el material se quedó en Nadadores. Ya no supe qué pasó, solo dejé los restos protegidos en férulas de yeso.
Durante esa experiencia, conocí a la maestra Lorena Figueroa, integrante del grupo Antares, quien me presentó a otros miembros: Felipe, Laura, Jesús y otros maestros de la Escuela Benemérita Emilio de León, como Raimundo y José Luis González. Todos ellos formaban parte del grupo Antares, con quienes participé en varias salidas al campo.
Al regresar a México, di una plática sobre esos hallazgos. El director Fernando Ortega, al escucharme, comentó: “Oye, si hay tantos dinosaurios, ¿por qué no se saca uno?”. Y ahí comenzó todo. Le respondí: “Claro, apóyenme y lo hacemos”. De ahí surgió el proyecto para recolectar y montar, por primera vez, un dinosaurio en México: Isauria.
Lo primero que vi en el campo fueron los huesos. Siempre he dicho que, en Coahuila, es más fácil señalar dónde no hay dinosaurios que dónde sí, porque hay muchísimos. Por eso, en 1987, se propuso formalmente el proyecto del primer montaje de un dinosaurio recolectado y armado en México, el cual se completó en 1993.
El trabajo de campo se llevó a cabo en la Presa San Antonio. Aunque mucha gente piensa que don Ramón Williamson nos recomendó el lugar, en realidad fue un amigo suyo, don Modesto López Espinosa, quien nos señaló la ubicación precisa.
En esa expedición participaron Luis Espinosa, Óscar Sánchez López (sobrino de don Ramón) y Víctor, otro alumno que colaboró con nosotros. Además, el doctor Applegate, siempre entusiasta, nos apoyó firmando el proyecto como investigador. Yo, siendo técnico académico del instituto, necesitaba ese aval para proceder. También contamos con el apoyo del maestro Luis Espinosa.
Recuerdo anécdotas muy graciosas de ese momento, como cuando sacamos un hueso y lo colocamos en una carretilla con la férula de yeso. La carretilla no aguantó, se fue para atrás, pero afortunadamente el hueso no se rompió gracias a la férula. Son momentos que ahora disfruto al recordarlos, ya con la perspectiva que da el tiempo.
Finalmente, en 1993, inauguramos Isauria, el primer dinosaurio mexicano armado. No se utilizó el fósil original por varias razones, una de ellas siendo su peso, ya que el Museo del Instituto de Geología tiene un piso de madera que no lo habría soportado. El doctor Saran, quien encabezó la inauguración, nos comentó entre risas: “Nunca había inaugurado un dinosaurio. Exposiciones de libros, arte, de todo, pero un dinosaurio, esta es la primera vez”.
Gracias a esta reconstrucción, realizada por Marco Pineda, y los hallazgos en Rincón Colorado, en General Cepeda, seguimos avanzando en el conocimiento paleontológico en México. Todo esto es parte del legado iniciado con los descubrimientos de don José Rojas y el trabajo colectivo de muchas personas apasionadas por la ciencia.
Museos en Coahuila
Óscar Pimentel (ahora Secretario de Gobierno) formó la Comisión de Paleontología de la SEP con el objetivo de investigar la riqueza fósil del estado. De esta iniciativa surgió la idea de explorar y estudiar más a fondo las áreas paleontológicas. La mayoría de los integrantes de esta comisión eran maestros de la Benemérita Escuela Normal de Coahuila, muchos de ellos pertenecientes al grupo Antares. También participaron estudiantes de la Facultad de Ciencias de la UNAM, de otras instituciones educativas, y un gran número de voluntarios.
Quiero aclarar que no menciono todos los nombres porque fueron muchos los que colaboraron, y no quisiera olvidar a nadie. En ese tiempo, tuve contacto con el doctor Jim Kirkland, quien trabajaba para la Dinosaur Society y organizaba excursiones al campo. Estas actividades permitían que personas interesadas vivieran la experiencia de ser paleontólogos por algunos días, aunque el trabajo real lo realizaban los especialistas. Todo el material recolectado se quedaba en México y ahora forma parte de la colección del Museo del Desierto.
Cuando trabajábamos en las canteras, siempre pasábamos por un pequeño pueblo donde había una escuela abandonada. No puedo adjudicarme la idea, pero creo que todos los que la vimos pensamos lo mismo: “Esto podría convertirse en un museo”, y en 1994 se inauguró lo que ahora es el Museo de Paleontología de Rincón Colorado.
En ese entonces, la disposición del museo era diferente. Había pequeñas salas de exposición; una estaba aquí y la otra allá. En el área donde ahora hay pasto, se colocó una copia de las pisadas de dinosaurios encontradas en el lugar.
El museo fue muy visitado y tuvo una excelente recepción. En el año 2000, organizamos un congreso internacional de la Society of Vertebrate Paleontology. Aquí pueden ver una página del libreto guía que elaboramos para el evento. Incluía información sobre los hallazgos, el área de reserva paleontológica de la UNAM, el estado del museo en ese entonces, las canteras y la importancia del lugar, todo en inglés y en español.
El recorrido que organizábamos llevaba a los visitantes desde el museo en Rincón Colorado hasta las canteras. En ese momento, incluso creamos un arenero en el Museo del Desierto, donde los niños podían jugar a desenterrar réplicas de fósiles, lo cual fue un gran éxito entre los más pequeños.
Gracias a la publicidad que Jim Kirkland dio al lugar, vinieron visitantes de varios países a realizar recorridos desde Rincón Colorado hasta las canteras. Así se comenzó a interpretar y organizar mejor el área. Ahora, todo ha cambiado muchísimo, y es impresionante ver cómo este lugar ha evolucionado.
Allá en Coahuila, los maestros llevan a sus alumnos para que conozcan el sitio. La verdad, no sé cuántos visitantes ha tenido en total, pero esos recorridos que hicimos en aquel entonces fueron muy significativos. Les soy sincero, los organizamos con los conocimientos que teníamos en ese momento. Sé que cometí algunos errores, quizás los caminos no tenían el ancho que deberían, pero todo lo hicimos con mucho entusiasmo y dedicación.
Velafrons coahuilensis
La última vez que estuve allí fue con Felisa Aguilar (INAH Coahuila). Los fósiles que se extrajeron en aquella época provenían de la cantera, específicamente del Velafrons Coahuilensis, uno de los dinosaurios más conocidos de la región.
Al principio, lo primero que encontramos fue la cola. Nos tomó 10 años encontrar el cráneo. Ese trabajo fue realizado por equipos de Estados Unidos en colaboración con maestros de Coahuila. Yo ya no estuve presente en el último año de esa labor, pero una de las células de yeso más grandes fue preparada por varios trabajadores.
El fósil era enorme, tanto que tuvimos que usar una garrucha para voltearlo después de haberlo asegurado con yeso. Una vez girado, se reforzó la férula para protegerlo. Luego, con ayuda de una grúa, lo subimos a una camioneta y lo transportamos al Parque Venustiano Carranza. Antes de trasladarlo, reforzamos aún más con yeso la parte inferior, ahora superior, para evitar daños durante el transporte.
Cuando el material fue preparado, se publicó en el Journal of Vertebrate Paleontology. El artículo presenta al Velafrons coahuilensis, un dinosaurio del cretácico tardío de la formación Cerro del Pueblo, en Coahuila, México. Entre los autores participaron muchos colaboradores que hicieron posible este hallazgo.
Huellas de dinosaurio
En 1998, Martha Carolina Aguillón e Ignacio Vallejo descubrieron pisadas de dinosaurios cerca del museo, en una colina mientras prospectaban la zona. Las pisadas pertenecen a un dinosaurio pico de pato, de aproximadamente 8 metros de longitud.
En noviembre de 1999, se inauguró el Museo del Desierto. Este proceso fue significativo y, como parte de la inauguración, las pisadas descubiertas se notificaron a las autoridades correspondientes para su resguardo.
Óscar Pimentel y el doctor Rogelio Montemayor Seguy (ex gobernador) visitaron las pisadas fósiles de Rincón Colorado. Mientras el resto del equipo se quedó en el museo, el doctor y yo subimos a la colina para observarlas. Al bajar, el doctor me preguntó:
—Oiga, maestro René, ¿dónde vamos a poner todos estos huesos que están encontrando?
Le respondí:
—Pues en un museo.
Él, entusiasmado, replicó:
—¿Grande o chiquito?
—¡Grandote! —contesté.
Y él añadió:
—Así me gusta, que los chaparritos piensen en grande.
Me abrazó con tanta fuerza que sentí como si me hubiera fracturado una costilla. De esa conversación nació la idea del Museo del Desierto, que finalmente se inauguró en 1999. En el año 2000, se publicó un trabajo especial de la Society of Vertebrate Paleontology, en el que aparecen los autores y colaboradores clave de las investigaciones. Ese esfuerzo marcó un antes y un después, desatando el boom de los dinosaurios en México. Tanto fue el impacto que una productora de televisión realizó un documental para Discovery Channel titulado En el tiempo de los dinosaurios. En inglés, lo nombraron When Dinosaurs Roamed America, y se estrenó en 2001.
Diversidad fósil
Pero en Rincón Colorado no solo se han encontrado dinosaurios. Lo más importante es la increíble diversidad fósil de la zona. Allí también se han hallado ammonites, frutos, cangrejos y una mandíbula de raya, entre otros. Incluso descubrimos el ala de un insecto, que fue descrita por el doctor Francisco Javier Vega. Recuerdo que mi tocayo René y yo estábamos rompiendo rocas en la cantera, y al partir una, apareció esa ala. Fue un momento inesperado y emocionante.
También se han encontrado impresiones de palmas, estudiadas por Sergio Cevallos, y frutos fósiles relacionados con los alcatraces y los plátanos. Uno de los más destacados es el Catarcopus silvapinedae, que está relacionado con las aves del paraíso. Este hallazgo es significativo porque evidencia que el origen de los plátanos pudo haberse dado en Rincón Colorado hace 62 millones de años.
En aquella época, organizamos las canteras de forma temática para mostrar el proceso paleontológico. Los estudios sugieren que, hace unos 72 millones de años, Rincón Colorado era un sistema fluvial que desembocaba en una laguna de aguas salobres, conectada con el mar. Esta peculiaridad explica la enorme diversidad de fósiles en el área.
En ese entonces, escribí un libro sobre el tema, pero, como la moda era usar CDs, lo publicamos en formato digital con el apoyo del doctor Víctor Guerra y el doctor Juan Ramón de la Fuente. En el libro expuse algo que creo sigue siendo válido: el actual estado de Coahuila fue, y sigue siendo, un lugar único en el mundo. Hace 70 millones de años, este territorio estaba ocupado por un ecosistema excepcional, cuyo legado sigue fascinando a investigadores y visitantes por igual.
Rincón Colorado es un lugar extraordinario. Hace millones de años, un río formaba un delta que desembocaba en un antiguo mar. La vegetación, de tipo húmedo, era ideal para una impresionante fauna de dinosaurios que habitaba allí. Lo fascinante es que este lugar sigue siendo un tesoro paleontológico: constantemente se descubren nuevos hallazgos. Por eso lo llamé Las playas del Cretácico en Coahuila.
Este lugar ha sido tan importante que marcó un antes y un después en la paleontología de México, demostrando que nuestro país tiene una rica historia de dinosaurios. En General Cepeda, el conocido “Pato” José López descubrió la cola de un dinosaurio. Gracias a Felisa Aguilar, quien gestionó todos los trámites, pudimos recuperarla. Ese hallazgo resultó ser el Latirhinus uitstlani, una especie emblemática de General Cepeda.
Un museo inspirador
Este trabajo en Coahuila inspiró la creación de museos de sitio en todo México. Por ejemplo, en Aldama, Chihuahua, el Rancho Don Chuy ahora alberga un pequeño museo con exhibiciones de hallazgos locales. En San Juan Raya, Puebla, se han encontrado pisadas de dinosaurios, y el Museo de Tepeji de Rodríguez se enfoca en fósiles marinos de la misma era.
En Tlayacapan, Morelos, y en Esqueda, Sonora, también se han identificado sitios con pisadas y fósiles. Por ejemplo, en Esqueda, Sonora, las huellas de dinosaurios están bajo un puente, y los visitantes pueden acceder con guías locales como Pablo Reyes, encargado de cultura y turismo en Santa Ana. Estas pisadas incluso tienen copias expuestas en el Museo de Fronteras.
En Coahuila, la historia continúa. En Jalpa se han encontrado pisadas que José López descubrió, y en General Cepeda, la biblioteca alberga la cola del Latirhinus uitstlani. Estos espacios son testimonio de la riqueza paleontológica de México y el impacto de estos descubrimientos en nuestra comprensión del pasado.
Seguimos encontrando dinosaurios y describiéndolos. Todavía hay mucho por descubrir, y por eso me gusta compartir esta caricatura de Marco Pineda que dice: “¡Ándale, ándale, ándale! ¡México para los mexicanos!”.
*Este es un fragmento de la conferencia virtual “30 años no son nada. La crónica de cómo se creó el Museo de Paleontología de Rincón Colorado”, transmitido por INAH TV.