Maestros de una escuela en Zacatecas enseñan a los niños cómo fabricar sus propias máquinas.
Por: Gerardo Romo Arias
Arlo y Juan Diego quieren conquistar el espacio a sus 10 y 11 años de edad, pero no les gustan las matemáticas que les enseñaron en las escuelas de Valparaíso (Zacatecas, México), el municipio donde viven. Lo que no saben es que constantemente aplican el pensamiento matemático para construir y programar robots en Creabótica, la escuela donde desarrollan la capacidad de imaginar sin límites.
¿Pero qué es un robot? A ellos les han enseñado que es una máquina o ingenio electrónico programable, capaz de manipular objetos y realizar operaciones antes reservadas sólo a las personas.
—Lo más interesante es programar al robot en la computadora para que haga lo que uno quiere y responda a las órdenes que le das — dice Arlo.
Juan Diego responde que en realidad no sirve una programación sin robot, ni un robot sin programación. En Creabótica ellos aprenden a prueba y error, conviven casi a diario con la frustración; se sobreponen a ella, resuelven problemas, avanzan hacia sus objetivos y conquistan metas.
De entrada quieren ir a San Diego, California al concurso de Robo Games en el mes de abril, ahí podrán enfrentarse en la categoría junior con niños de 10 años hasta jóvenes de 17 años 11 meses de 40 países. Y es que uno de los retos de las escuela, es que los niños pasen de ser simples consumidores a creadores de tecnología.
Con base en un método japonés, en la escuela están aprendiendo a desarrollar videojuegos con una buena historia (guión), dibujo digital en 2D y 3D con prototipos, diseño y una gama de colores atractiva para después subirlos a las plataformas Android, Apple y monetizarlos.
—Queremos hacer una consola de videojuegos en una caja de mentas, con sus botones y una tarjeta con cientos de juegos y que puedas conectarla a la pantalla y al HDMI — cuenta Alejandro Cruz Velázquez, director y fundador de la escuela.
Alejandro define la experiencia como una alberca de opciones, también están aprendiendo a desarrollar la “dronótica”: construcción de mini drones cuadrópteros con cámara y visores que den la sensación a quien los maneja de estar dentro de ellos, manejándolos con principios de aeronáutica básica como subir, bajar e inclinarse.
Busca, además, que su método de enseñanza pueda tener validez oficial ante la Secretaría de Educación. Y que cada uno de los niños pueda tener en internet su curriculum y la descripción de su experiencia.
—Yo estoy preparando a mis alumnos para que estudien carreras que todavía no existen.
Creatividad y robots
Alejandro Cruz Velázquez estudió en la escuela Normal Rural Matías Ramos, de Loreto, Zacatecas. Le gustan los desafíos.
Fundó Creabótica en compañía de su esposa en septiembre de 2013 bajo dos conceptos: Creatividad y robots. Iniciaron con un taller en verano con seis niños, dos computadoras, 6 robots y tres mesas. Hoy su matrícula es de 150 alumnos, y tienen 36 robots con los que abren la puerta de la invención.
En agosto de 2017 dos de sus alumnos participaron en la Convención Mundial de Robótica en Beijing, China. Ganaron un trofeo y medallas. Allá se dieron cuenta que la realidad ha superado la ficción. Vieron desde robots que atienden enfermos o robots de compañía que dicen: “Hola, buenos días”.
—Se puede aprender a desarrollar la habilidad matemática, conocimientos de física, mecánica y programación. Nos llegan muchos niños que en sus colegios afirman a sus padres que tienen Trastorno de Déficit de Atención (TDA), pero aquí han logrado concentrarse la hora y media completa de clases, y arman su robot—, cuenta Alejandro.
En el nivel básico los niños construyen robots con modelos diseñados en manuales especiales creados por los maestros y aprenden a programarlos para que el robot resuelva retos como desplazarse de un lugar a otro sobre una pista, lanzar objetos, salir de un laberinto, detectar sonidos, obstáculos y esquivarlos.
En niveles intermedios, los niños resuelven retos como hacer que un mecanismo transporte una carga de un lugar a otro de una manera similar a la que hacen los monta cargas que transportan mercancías en los centros comerciales, o a nivel industrial y retos similares.
En nivel avanzado presentan un prototipo de robot que puede ser utilizado en el comercio o la industria para facilitar servicios o procesos. Crean un plan de negocios viable que presentan públicamente ante un jurado que los califica.
En esta etapa, el maestro Alejandro Cruz recuerda que unos niños presentaron un Doblabot, cuya función era doblar ropa y pretendían venderlo en hoteles, lavanderías y fábricas.
—De un garaje de emprendeduría tecnológica surgió Apple. La intención es sembrar en los niños la chispa de que pueden inventar algo, visualizarlo, hacerlo negocio y generarles un espíritu emprendedor y autosuficiencia desde que están en primaria o secundaria sin que se esperen a llegar a la universidad. Desde chavitos se les inyecta la semilla de la capacidad de asombro y lleguen hasta donde su creatividad los lleve.
Las manos inquietas de Alejandro
Es el final de una jornada de trabajo, Alejandro Cruz recuerda su niñez cuando observa a sus alumnos. Tenía la misma capacidad creativa y la inquietud mental que aún lo hace soñar.
—Mis manos y mi mente desde niño nunca han estado tranquilas, me decían que era disléxico y que tenía déficit de atención.
Recuerda que en casa, decenas de planchas, refrigeradores y podadoras de su padre terminaron abiertas, diseccionadas porque trataba de construir con ellas algo nuevo. Ya fuera un Patín del diablo con llantas de bicicleta o catapultas.
Su padre le ponía a tocar instrumentos, tololoche, que alcanzaba sólo si se subía a una silla, el güiro, la mandolina, la flauta, que alcanzaba a dominar cuando descubría las secuencias musicales, así con cualquier instrumento que llegara a sus manos.
—¿Qué hago con este huerco?, se preguntaba su padre y la única alternativa que tuvo fue convertirlo en maestro normalista, como todos sus hermanos.
Posteriormente se especializó en la enseñanza de robótica, estudió una maestría en Tecnología Educativa y un doctorado en pedagogía.
—Nosotros queremos que los niños no dejen de asombrarse, el proceso creativo de hacer un robot es altamente humanizante porque entre ellos hacen equipo, el problema no es que exista el problema, sino encontrar la solución, un genio se desarrolla con el tiempo, aprendiendo del fracaso.
Trabajo en equipo
Los niños aprenden dibujo digital y pueden hacer ciertas piezas para robot como motores, ruedas y sensores en impresoras 3D. Unos construyen el robot, otros diagraman los códigos y algoritmos en el pizarrón, y otros programan lo que quieren que su invento haga en la consola de control de acuerdo al reto de la semana.
Para todas las edades
La escuela se divide en tres niveles: kínder bóticos (de 4 a 7 años de edad), donde construyen robots con piezas de wedo y kinex que les permite desarrollar actividades psicomotrices y matemática elemental, como sumas y restas, intermedios (8 a 12 años) y los avanzados de secundaria y prepa.
“Mi hijo se ha vuelto disciplinado y lo veo concentrado en perfeccionar su robot, se le ha desarrollado el espíritu competitivo, le encantan los números, él dice que se va a dedicar a la mecatrónica y a la robótica de adulto”.
Édgar López, padre de familia.
“Con la robótica se ha vuelto más organizado, más paciente y ordenado, cuida más sus cosas. Eduardo es feliz en la robótica, es muy listo y dedicado, aprende a seguir instrucciones y razona muy bien antes de hacer algo, se concentra más”.
Carlos Eduardo García, padre de familia.