Un día regresaron los mejores momentos de mi vida gracias a la tecnología.
Por: Mabel Amen
Me despierto una mañana y no sé dónde me encuentro. Solo veo gente y cosas desconocidas para mí.
Supongo que no estoy en casa; tal vez esté en un hospital, porque veo gente vestida de blanco como si se tratara de enfermeras, y otras personas en sillas de ruedas.
¿Qué estoy haciendo ahí? ¿Quién me llevó? ¿Acaso estoy enferma?
Quisiera irme a mi casa, pero nadie me escucha.
En medio de tantos interrogantes, se acerca una mujer con voz cansada; tal vez de mí o de su rutina, que me dice: “Buen día Emilia, es la hora de levantarse a desayunar”. Me toma de las manos y me guía hacia una mesa junto a otras personas. Al lado mío se sienta un anciano que, inclinándose, me saluda: “Buen día, señora”. Le respondo: “Buen día señor”. Lo miro pero, ¿lo conozco? Esos ojos de mirada profunda y sincera, me resultan amigables. Tal vez sea la única persona de ese lugar que me agrade.
No puedo recordar la cantidad de horas ni días que llevo viviendo allí en compañía de completos extraños. No puedo saber dónde está mi familia. ¿Qué pasó con mi madre y mi hermana?
Algunas veces vienen a saludarme dos jóvenes muy cálidos, que me besan y abrazan; pero también lo hacen con el señor de la mirada profunda y sincera. ¿Por qué lo conocen ? La señorita se parece mucho a mi hermana, pero es un poco más guapa. Y el hombre que la acompaña tiene la misma mirada encantadora de mi compañero de sala.
Van pasando los días y otra vez la misma voz cansada de la enfermera diciéndome: “Emilia, levántate a desayunar”. Después de eso, no puedo recordar cómo pasan mis días en ese lugar. Es como si el reloj, se hubiese detenido.
***
Un día, vinieron a buscarme unos hombres vestidos de blanco. Me pusieron en una camilla y me llevaron a un lugar donde todo era blanco. Sólo veía una luz que me encandilaba. Adormecida, escucho que dicen: “La colocación del chip fue todo un éxito”. Miro a mi alrededor y lo veo a mi compañero de sala, el de la mirada encantadora, con una parte de su cabeza rasurada y un pequeño tajo con puntos. Le pregunté a una enfermera que pasaba por allí, si a mí me hicieron lo mismo que al señor de al lado. Me dijo que sí y que debía descansar.
¿Qué nos hicieron Atilio? Ahora puedo reconocerte.
Puedo oler el perfume a menta, de aquella noche de verano, cuando dijiste que me amabas. Esos ojos, profundos y sinceros que me hicieron sentir viva, durante cincuenta años de casados. Y tuvimos dos hermosos hijos que ahora puedo recordarlos, los que nos visitan y nos llenan de abrazos.
Al día siguiente me siento bien, llena de recuerdos. Me siento viva. Sólo quiero irme a casa y dejar ese lugar lleno de vacío.
Atilio se sienta a mi lado, me toma de la mano y con su mirada puedo comprender lo que quiere, que es lo mismo que yo deseo. Nos levantamos y, haciéndonos los distraídos, abrimos la puerta principal y nos vamos. A nuestra casa, podremos llegar sin olvidar el camino.
La memoria puede mejorar
La pérdida de la memoria, es una de las capacidades cerebrales que más se afecta con los años. Recientemente el profesor en ingeniería biomédica Dong Song, consiguió demostrar que el uso de implantes en el cerebro, puede mejorar la memoria humana. Este descubrimiento podría implicar importantes avances en el tratamiento de enfermedades neuronales como el Alzheimer.
Según un artículo publicado en New Scientist, el chip que diseñó Song imita la forma en que se procesan los recuerdos de forma natural. “Estamos escribiendo el código neuronal con el objetivo de mejorar la función de la memoria. Esto nunca se ha hecho antes”, dijo.